Autores y editores independientes se unieron para abrirse paso, y lo lograron. Hoy la experiencia se repitie en el interior del país y en Chile. La fórmula combina a algo de los Boedo de antaño, con tecnología, calle y una afrenta decidida a las reglas del capitalismo salvaje.
El escritor quiere su libro impreso, distribuido y leído. Eso, que en apariencias resulta tan simple se complejiza hasta límites frustrantes en el afán de concretarlo. Ante las barreras que la industria editorial más establecida impone, surgió un nuevo modo de hacer y de entender la publicación de libros. Con la fuerza del deseo de una yunta de escritores y editores independientes, la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (FLIA) nació como alternativa y dio vida a un movimiento tan liberador como romántico que hasta recuerda el espíritu de aquel grupo de Boedo.
Cambiar las reglas del juego mercantil y de publicación llevó a que esta iniciativa floreciera entre adoquines y se expandiera a otros destinos. Guillermo De Pósfay es uno de sus más fecundos y populosos escritores gracias a su iniciativa de vender sus libros a todos y en todos lados. Editores, distribuidoras y librerías propias terminan de completar el círculo de una autonomía sólida y prometedora.
Todos protagonistas. La imposibilidad de ingresar a la Feria del Libro que cada año se realiza en La Rural llevó a que escritores y editores independientes organizaran una contra feria. “Pero un día lo pensamos en positivo y decidimos organizar una feria del libro independiente” cuenta Sebastián Bruzzese, integrante del grupo y autor de “Escribir al viento”. “FLIA nació del deseo de hacer algo diferente y se transformó en un entramado social más complejo que generó hermandad entre escritores” agrega Guillermo De Pósfay.
Así, en 2004 se realizó la primera feria en Sexto Kultural, en Chacarita, en la que convocó a poco más de 40 puestos y a cientos de asistentes. Con los años y la convocatoria, FLIA pasó a ser una fiesta popular itinerante que cada tres meses se realiza en lugares en lucha, como fábricas recuperadas y centros culturales en riesgo, convoca a más de 200 puestos y varios miles de concurrentes.
Su fuerza se tradujo en onda expansiva y ahora también se realiza en Chaco, Mendoza, Neuquén, Córdoba, Santiago del Estero, Rosario, Mendoza, Bahia Blanca, La Plata y Chile. Además, es un convite heterogéneo pues involucra también a músicos, artesanos, y a un buffet que garantiza la financiación de la convocatoria.
La última, la 13º edición de FLIA, se realizó el 1 y 2 de mayo en el estacionamiento de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Alli , los estudiantes que reclamaban recuperar ese espacio, licitado por el Rectorado y administrado por una empresa, atraviesan procesos judiciales y FLIA decidió acompañarlos. Santos Goñi, conocido como Rey Larva, señala que: “somos un colectivo de colectivos y por ello apoyamos las diferentes luchas con la realización de la feria”.
FLIA nace, además de la necesidad de posibilitar el acceso, sobre la base de una toma de posición. “Es común a todos la perspectiva de la ganancia pues, salvo excepciones, sólo cubrimos los costos (de materiales y trabajo de redacción) pero no ganamos dinero de los libros pues la lógica está por fuera de la ganancia capitalista” señala Bruzzese.
Las críticas al mercado, sus condiciones y valores son centrales. “A mis libros los vendo entre 10 y 15 pesos, y si estuvieran en una librería su precio subiría hasta los 50 pesos” ejemplifica De Pósfay. Al hablar de la ecuación económica, Santos Goñi, o Rey Larva y autor de siete libros de poesía y narrativa, hace referencia a los derechos del lector a acceder a la lectura, y de Copyleft, por el cual cualquiera puede editar cualquier obra con el único requerimiento de citar al autor: “Nos sirve, porque al no hacer grandes tiradas, permitimos que en otros países nos impriman y lean, y eso es muy gratificante”.
Aunque muchos de los libros que se venden en FLIA son materializados por sus autores, en impresoras hogareñas y encuadernaciones caseras, al círculo productivo lo terminan de componer distribuidoras y editoras independientes. A ellas, se suma “La Libre , arte y libros”, recién inaugurada en San Telmo (Bolívar 646), es la primera librería de organizadores de FLIA y un espacio donde hacerse de estas publicaciones. Allí también funciona una galería de arte y Cinco Pantalones, un distribuidora de producciones independientes.
Darío Semino integrante de “La Libre ” y autor de tres títulos, señala que “en FLIA, a diferencia de otras ferias, todos son protagonistas”. La vocal “a” en FLIA significa autogestiva "pero también anárquica, amiga, entre otras virtudes que empiezan con a” dice De Pósfay y advierte que "el único requisito es ir y participar". La horizontalidad y el trabajo asambleario es otra característica donde la participación está condicionada por el deseo y el compromiso de cada integrante. "También surgen inconvenientes organizativos que vamos resolviendo" reconoce Semino al tiempo que dispara orgulloso: “Acá participás pero sin burocracia y, desde lo simbólico, editar tu propio material genera un espacio de acción diferente al de la política tradicional”.
De estilo Boedo. En la década de 1920, Buenos Aires encontró a la vanguardia literaria y artística, con fuerte anclaje obrero en el grupo de Boedo. Su impronta callejera, ciudadana los volvió únicos. Hoy, esta ola de escritores independientes recuerda su cuna.
“Diego Arbit y Guillermo De Pósfay fueron los impulsores de esta movida y hasta tienen una estética propia, vinculada a lo independiente. Cuando escriben, lo hacen desde si mismos y eso es novedoso” dice Semino y ejemplifica “Arbit escribe lo que vive o delira en la venta ambulante de libros, y es interesante porque esa es la cultura de la calle de hoy”.
Algo en ellos, una impronta inconsciente los revela y “recuerdan el espíritu de los escritores de Boedo” dice Semino y agrega “es un momento interesante para estar acá porque hay una efervescencia creativa y cultural muy grande. La tradición argentina, que se crió mirando hacia Europa, hoy es la vanguardia y los europeos son quienes vienen a ver qué pasa".
Se hace camino al andar. Las anécdotas son tantas como ediciones de los libros de De Pósfay se imprimieron. Inclusive, habría que preguntar quién no le compró un libro en algún bar, playa o plaza. Sucede que las ganas de este autor lo llevó a andar a su propio ritmo y trazar su recorrido. Avido, salió a los 23 años a vender sus escritos de forma ambulante. “No sabía qué hacer, ni cuántos imprimir, ni cómo. Recuerdo que pedí 5.000 ejemplares a la imprenta, sin saber cuántos eran. Al retirarlos, creí que eran demasiados pero al cabo de la primera semana ya había vendido 1.500. Y esa fue una señal porque entendí que se podía hacer así” recuerda De Pósfay. Tras 14 años, nueve novelas entre las que se encuentra Diffenbachia (1996), Sed (2000) y Yerba Mate (2007), y un sinfín de días y destinos de venta ambulante, De Pósfay se convirtió en uno de los autores más emblemáticos de FLIA.
En la calle, forjó su perfil de independiente que también tiñó su pluma. Callejero, errante y ciudadano, su obra lo dibuja. ”Luego, me lo tomé con oficio y responsabilidad. Vivi mucho tiempo austero pero en relación a lo que podía hacer con mis libros. Nunca dudé que era mi objetivo” dice este autor porteño, nacido al calor de la patria Quemera y afincado en las sierras cordobesas desde donde produce nuevas narrativas poéticas con espíritu porteño.
Su último libro es una novela corta. “A un tipo le agarra un ataque de poesía y no puede dejar de recitar, aunque no sabe si inventa o recita. A su lado, sus dos amigos lo interpelan: uno se llama Planeta y quiere hacer un negocio con él. El otro, sólo lo disfruta”. Y, hablando de su obra, De Pósfay se define “soy poeta pero me gusta la narrativa, y trato de combinar las dos cosas”.
REVISTA CHAMUYO
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