debiste tener más
paciencia. Deberías estar vivo. De todos
modos, te entiendo, y beso tu muerte.
Seguir por el camino come – rastros.
Rasgos que se funden sin sueños.
Señuelos de desesperanza.
En la punta más filosa de la espera,
duelo.
Vago impulso implícito
de leer silencios vacíos, blancos,
de abrirle la puerta al viento
y convidarle un mate.
Parafraseo insomne
(escribir mañana)
Indeleble construcción del muro – pantalla
y yo de este lado
del mostrador – castrador
vendiendo lágrimas.
Me hace mal la poesía;
no la poseía
la agonía
de estar viva.
¡Divas del lamento!,
no me jodan.
Basta de juegos
y rimas
para dibujar el fuego
donde se queman mis nombres,
porque no está el hombre
migajas que hacen al hambre
de la incerteza –
Quise decir basta.
Lo dije en mil poemas
que lo llaman.
Me voy a morir
por acumulación
de otoños.
Se me alarga la juventud
y yo quiero que se muera.
Qué poco desgraciada:
Tantos ímpetus
Tantos brazos
para abarcar lo que se me escapa.
No basta con llorar levemente.
Ella tiene razón:
Hay que darle hasta romperse.
Quiero decir basta,
hundirme en otras páginas
hasta desaparecer.
Qué poco desgraciada,
tantas ganas.
Tener veintiocho años
de pelotuda
y seguir buscando el escondite
de la lágrima en la almohada.
Qué poco desgraciada, pobre.
Tanto cielo en los ojos
y un cuerpo que insiste en no arruinarse.
Qué pena, tantas ganas.
Si vuelve el viento,
le diré que me espere.
Alusión
Desarrollando alas en los ojos
para perdonar el abandono.
Nada será más insultante
que el color blanco
de la pantalla que consulto día a día,
esperando que algunas palabras
me devuelvan
la ofrenda innecesaria.
He decidido algo:
Dibujarme una cara sin calles,
armar una casita inhóspita
para esconder exclamaciones.
Y abrirme paso violentamente
si es necesario –
hasta donde la sed no me diga más nada.
Despedazar la irresolución
como cuerpito de pan que estalló de veras;
digo, morderle las patas al silencio,
pero sin respuestas.
Cuánto hastío cabe en la cuenca de la mano,
o cuántas protestas puede acunar un pecho
de cara contra la piel que dejó su olor.
Y se fue hace mucho.
Horas que se juntan en una sábana
¡Y las veces que se alió con la durmiente
para coser juntas los futuros matices
del “no se va a dar”!
(como si las acciones mataran
a los pensamientos amasados en sueños)
Creo que esta noche,
no me siento con fuerzas para irme a dormir
si no me llevan a dar un paseo
por las avenidas principales
de una mente ajena
(es que necesito salir a pescar coincidencias)
o conseguir un perito
que evalúe hasta qué punto me encarné
en mí, y me saquen
como uña con puntas de estrella.
Digo por decir.
No cualquiera puede dormirse y respirar.
Eso es mentira: yo no me duermo,
a menos que me haya reinventado primero.
Después sí, vuelvo a perdonar.
Me fumo un cigarrillo y un vaso de agua
y enciendo que mañana hago tal cosa.
No me gusta dormir.
Es que sueño con villas o maremotos
y me dicen que entregue mi mente
a algún profesional.
No hace tanto que me conozco,
pero llegué. Y ahora,
en esta puerta, o ventana, o agujerito
por donde mirar,
veo una cara que no se me parece.
Y no tengo alas en los ojos.
Mientras tanto,
la metáfora me peina el tiempo.
CON O SIN ALICIENTE
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