En estos días donde los medios nos mostraron imágenes represivas que
parecían salidas de pelis brazileras (subimperiales) tipo Tropa de Élite, lo que veíamos era una Rosario ultrajada por
comandos narcopoliciales, que nos hacían olvidar que “hay una Rosario que resiste e insiste en los sueños colectivos
inconclusos que conmovieron la ciudad 45 años atrás”, como dijo Carlos del
Frade, evocando el Rosariazo, en mayo de 1969. Porque Rosario es una tierra con
una larga tradición de luchas y rebeldías, y también de artistas talentosos y
populares. Y dentro de la Patria Transgénica
y argenta de hoy, en Rosario siguen brotando como hongos: poetas y músicos,
vitalistas y mutantes, como los de Eternos Inquilinos.
La 9na. FLIA rosarina se hizo en el barrio La Sexta , uno de los barrios
donde la violenta represión policial recayó, decíamos, días atrás (incluso
sobre mujeres, niños y un bebé de meses:
¡que también fue arrestado!) y precisamente en ese barrio popular se conocieron
años atrás los músicos de Eternos Inquilinos (que vienen en su mayoría de
pueblos y pueblitos de Santa Fe y Entre Ríos), apoyando la lucha y resistencia
de lxs vecinxs, por un conflicto de desalojo de viviendas populares, en un
predio abandonado que era un basural. Una lucha de primaveras, veranos, otoños,
inviernos, y de vuelta primaveras, con marchas, cortes, escraches, sembró la
semilla para esta banda tropicalatina que empezó a crecer y sigue creciendo sacudiendo
los esqueletos, con conciencia social.
Eternos Inquilinos debuta ahorita con el disco Baile pero luche, un llamado a la lucha fiestera, o fliestera: Los
Eternos Inquilinos tocaron en varias FLIAs rosarinas, y hay miembros de Eternos
Inquilinos que son parte activa de la FLIA
Rosario.
Eternos Inquilinos reivindica la cumbia villera, el cuarteto, el
chamamé, con un espíritu punk-rockero, que los emparenta un poco a Las Manos de
Filippi y la Agrupación Mamanis.
Pero estos rosarinos ponen más énfasis en el bailar. Y éste bailar luchando nos recuerda esa frase
del escritor proletario inglés, D. H. Lawrence: “Hacé la revolución, pero hacéla
alegremente”.
El disco arranca con dos versiones memorables: Mariposas de madera, del genial poeta, trovador y saltimbanqui Miguel
Abuelo: una canción fundacional del rock argento, con ecos folklóricos (y que
influyó desde en “el Flaco” Luis Alberto Spinetta, hasta el metalero
almafuertino Ricardo Iorio), que en este caso se vuelve pegadizamente bailable.
Y como ya es hora de caminar el disco
sigue inmediatamente con Juana Azurduy,
uno de los grandes clásicos del cancionero revolucionario latinoamericano (de
Félix Luna y Ariel Ramírez), que recuerda a la heroína independencista
argenta-boliviana “flor del Alto Perú”,
y recuerda también la gesta revolucionaria previa, encabezada por el Inka Tupak
Amaru, en 1780. Punto álgido del disco que fluye como el río Paraná, trayendo
olitas bailanteras.
“Hacía cuarenta años que ese
terreno estaba baldío y nadie lo usaba y cuando uno se propuso tener una casa y
hacer una vivienda, a ellos se les antojó hacer una cancha fútbol cinco”, dice una vecina del barrio La Sexta , en una grabación,
como introducción de la cumbia-cuartetera-punk-rockera La Cultura.
El territorio es disputado –según los papeles de la Ley de los ricos- por la Universidad Nacional
de Rosario, una universidad que como tantas del país, les roban tierras a los
pueblos originarios, a campesinos, a gente del pueblo que no tiene –ni el Estado
les procura- un terreno ni una vivienda digna, mientras transan con empresas
transnacionales extranjeras como la Barrick Gold y Monsanto, manteniendo la
maquinaria recolonizadora y transgénica. Y mientras las mayorías de lxs
estudiantes cierran los ojos y oídos siendo cómplices de las injusticias
estatales-empresariales.
¡No al desalojo! Sí a la vivienda
digna, dice una pintada que
figura en la contratapa del arte del disco, y que muestra al asentamiento
villero de La Sexta :
a la derecha el río y los barcos, y en la calle un piquete con gomas quemadas.
A la izquierda un auto de la yuta, espiando y vigilando con una cámara. En el
cielo un plato volador o un dron, detenido por un pajarraco verde con su
revolver láser. Al fondo un amanecer deforme… el amanecer de Eternos
Inquilinos.
Venenamoramiento, es otro de los temazos del disco, una
cumbia-romántica en una dulce voz femenina de esas que venenamoran corazones.
Cuando llegue el alba es otro de los puntos álgidos de este disco
bailantero, en plena celebración festiva, amistosa y animosa.
Y cierra con Memorias, un tema
cantado por un vecino y músico popular del barrio rosarino, recordando aquella
idea de Los Auténticos Decadentes, de que Cualquiera
puede cantar.
Baile pero luche (2013) se puede conseguir
en las FLIAs, especialmente en las FLIAs rosarinas. O se puede bajar por la
interred.
Pese a ser unos
doce los miembros de la banda, este disco está sin firmas ni egos, en el
anonimato de los desposeídos y los eternos héroes colectivos olvidados.
Xuan Pablo González, 2014
0 comentarios:
Publicar un comentario