POETA ERRANTE. DICE QUE EN SU CUERPO HABITA UN ESPECTRO QUE JUEGA CON ÉL. SUPO ESQUIVAR LA AUTODESTRUCCIÓN A TIEMPO, Y POR ESTOS DÍAS, RECORRE EL PAÍS RODEADO DE LIBROS LISTOS PARA INTERCAMBIAR LEJOS DEL RITMO FRENÉTICO QUE IMPONE LA MODERNIDAD.
En la Feria del Libro Independiente hay gente muy extraña, rara, loca, jipi, vegana, créanme. En algún sentido, todos nadan contra la corriente, algunos volviéndose locos ―literalmente― tomando birra, fumando porro, haciendo arte. Son escritores, artistas, artesanos. El espíritu es autogestivo, comunitario, con olor a palo santo. Cualquier cosa, menos vivir al ritmo de la modernidad líquida.
El Rey Larva (seudónimo de Santos Goñi) es uno de ellos, pero no es uno del montón. Si alguien es una autoridad sobre la FLIA, él debe serlo; aunque, claro, la escena se ha filtrado en todo el país, incluso, en la América morocha. Pero el Rey Larva estuvo en sus umbrales; está aquí y habla de ella. Él es poeta, además de un personaje descomunal, y para las malas lenguas, un poco socarronas, un borrachín.
En los últimos años publicó diez libros, el último, Guerrero (Milena Caserola y El Asunto), una crónica, con autorrefencias biográficas, sobre la Feria del Libro Independiente y Autogestiva, enfocado en una revolución cósmica. Con la feria vagabundea por el país, ida y vuelta, arriba y abajo, adentro y afuera; siempre con libros para intercambiar en su mochila.
“El verdadero espíritu de la FLIA es la autogestión, es poder vivir de lo que hacemos ―según él mismo afirma, sentado en el acampe de la Sala Alberdi―, pero no todos los compañeros lo ven así, ya que laburan para otros, cumplen horarios y no pueden estar en luchas como éstas.”
Antes había trabajado 14 años en el Poder Judicial de la Nación. Fue sereno, también. Cuando tenía poco más de 40 años un rayo incendió su existencia. No pudo manejarlo, se volvió autodestructivo y coqueteó con el lado oscuro de la fuerza.
Su madre, sin respuestas, lo denunció por “abandono de persona” y le sacó la tenencia de su hija. Fueron ocho meses durmiendo en las plazas de Flores y diez días en la cárcel de Devoto. “había un policía en el medio de la plaza… dejo mi tetra con tinto entre unos arbustos y me dirijo hacia él para preguntarle si me dejaría recitar las poesías a las parejitas… no hube alcanzado a estar dos pasos cerca suyo que me tira la primer mano… me la pone de lleno en mi cara obscena… se viene la segunda… trato de esquivarla… no… me la pone otra vez… (…) al tercer golpe fue inércico… le rompí el brazo… mami… no me dieron tiempo a algo más… porque en seguida llegó otro… me tiraron al piso… me esposaron boca abajo contra el cemento… aplastaron mi cabeza contra las baldosas con su zapatos llenos de bostas y diciéndome que no hable…”, relata vertiginosamente en Guerrero (N.d.R.: se mantienen las particularidades lingüísticas).
Por aquellos días de reviente en la calle, descubrió a Jesús como compañero de viaje y comenzó a rescatarse, aunque no tanto para vender pastrafrola en los trenes del Conurbano. “Yo tuve una historia personal con Jesús, cuyo reinado es eterno e infinito, y aprendí mucho de su legado. Larva en latín es fantasma. Y yo creo que tengo un espectro de ese rey en mí, un duendecillo que juguetea en mí”, cree. A lo mejor, por ese espectro es su interés por los saberes trascendentales en su último libro. “Siempre me interesaron las sabidurías del mundo: la árabe, la china, la hindú, la originaria. Todas confluyen en algo, en la percepción del tiempo, de que en la elipsis siempre nos vamos repitiendo. Además, hemos sido enseñados por seres de otros planetas. Hay un gran conocimiento que se ha perdido, ¿de dónde venimos?, ¿qué hacemos acá?”, conjetura relaciones.
Después de todo se reinventó como poeta. Primero, en la adolescencia, habían sido letras de canciones, más tarde poesías.
En el ínterin estudió música con Luis Salinas y Miguel Botafogo. “Nuestro trabajo es transformar una emoción negativa en un sentimiento verdadero que le permita abrir los ojos a otros”, sostiene. Así recita, a los gritos o con susurros, sus poemas en plazas, bares, calles, casas clandestinas; siempre mejor, si es con una botella de cerveza helada.
Revista NaN
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